Arribes del Duero

Cuando se visita la comarca de los Arribes del Duero descubres la sorpresa natural que encierra este espacio a caballo entre varias provincias castellano-leonesas y Portugal. 

Arribes, según pude constatar, es sinónimo de hoz, foz, valle, etc. Es decir, se trata de un zona de montaña en la que discurre el río.

La presencia de sucesivas represas al agua del Duero han dado como resultado un caudal de agua abundante en donde a pesar de la sequía de este año, no se percibe descenso de las aguas.

El río discurre entre la comarca de Sayago y la de Tras-os-montes. Zonas ambas inaccesibles y desde el punto de vista demográfico, prácticamente con indicadores muy bajos de población.

Recuerda el paisaje, salvando las distancias, a la quietud de los fiordos noruegos máxime si recorres un tramo del río en barco a modo de crucero. Los farallones graníticos, a uno y otro lado, ascienden en algún punto a más de 350 m.

La comarca ha vivido y vive del recurso del agua. Si descendemos, nos encontramos con una de las presas más sorprendentes, al menos para mí. Nunca había visto una presa tan enorme. Es Almendra. La bóveda de cierre corresponde con esta imagen.

Al otro lado de la presa un auténtico mar que sumergió en el momento de su creación hasta nueve términos municipales de la comarca.

Cruzando el río Duero y antes de llegar a Pino de Oro, se sitúa el puente de Requejo. Sorprende verlo pero más aún cruzarlo. Una infraestructura que no permite camiones de más de 15 toneladas y que cuando pasas es como si cruzaras un endeble puente. Levantado a finales del s. XIX por un alumno de Eiffel.

Monumentalmente la comarca es rica. Es parada obligatoria visitar San Pedro de la Nave. Una iglesia hispano-visigoda ejemplo de arte en muchos libros de texto. Destacan sus capiteles: el sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los Leones.

 Pero también hay que visitar la capital. Zamora destaca, según me dijeron por el románico. Y es cierto, su catedral con el cimborrio de escamas de pez es curioso a la vez que único.La ciudad hay que visitarla de día pero también de noche. Cambian los colores.



 La hora azul imprime una tonalidad distintas al conjunto catedralicio

Tampoco hay que pasar por alto la villa de Toro. Su colegiata de Santa María la Mayor es un ejemplo del románico perfecto.

 Detalles de sus cenefas en forma de cruz que recorren las paredes exteriores.

 El cimborrio con arquerías y decoración de bolas.

Pero esta comarca también es rural. Roza la ruralidad profunda y encontramos ejemplos de su vinculación histórica a la agricultura y sobre todo a la ganadería. Así, las construcciones pastoriles de los chiviteros son el referente para cualquiera que se acerque a los Arribes y descubra su verdadera esencia

Algunos se encuentran en estado natural, otros se han reconstruido y se han usado hasta fecha muy temprana por pastores de la zona.

Esa ruralidad, como en muchas otras zonas españolas, se plasma en el canto del gallo por la mañana. Pocos sitios quedan así.


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